Muerto este amor, ya no amaré a ninguna, porque todo mi bien me viene de ella, como el fulgor celeste de una estrella temblando en el cristal de una laguna. Dios la puso en la sombra de mi abismo como prolongación de su alto amparo; ¡Cómo no amarla con mi amor más claro, si amando a esta mujer amo a Dios mismo!
