Antonio es un prestigioso y exitoso abogado de 38 años con una muy buena autoestima. Se sabe y se siente un saludable hombre atactivo, con músculos marcados por el ejercicio, una cabellera castaña y ojos color miel. En una ocasión su atractiva asistente personal, de 20 años, entró a su oficina, se sentó en la orilla del escritorio y le preguntó sin más ni más si eran ciertos los rumores de que su novia y él habían terminado.
Cuando Antonio le confirmó la noticia a su linda asistente, los ojos de la muchacha se abrieron emocionados de par en par, sonrió ampliamente y quiso saber si Antonio creía estar listo para salir con alguien más. Por supuesto que el ego de Antonio empezó a crecer hasta el cielo, pero al mismo tiempo su conciencia se preguntaba si una relación entre él y su joven asistente (18 años menor que él) sería correcta. Entonces decidió desencantarla suavemente diciéndole que era demasiado pronto para comprometerse con otra mujer.
La chica borró su sonrisa, suspiró y dijo:
—Es una verdadera lástima sr Antonio. Creo que alguien de su edad habría sido el hombre perfecto para mi mamá. Bueno, cuando esté listo avíseme para presentarle a mi mami.
Sobra decir que el ego de Antonio se desinfló al instante… Moraleja: no siempre somos lo suficientemente buena opción para todo el mundo aunque creamos lo contrario.