Con esta frase el sabio Hipócrates nos hace pensar en que para sanar de todos los males sean del cuerpo o del alma, primero hay que estar dispuestos a ello. Sin la voluntad de renunciar a la raíz de los problemas no se logran alcanzar ni la paz ni la salud ni se puede ayudar quién no desea recibir la ayuda aunque sea evidente y consiente que la necesita.
¿Cuántas veces querido lector te has negado a dejar ir eso que te enferma porque lo atesoras más que a tu propia paz? ¿Qué es aquello por lo que consideras merece la pena padecer? ¿En verdad lo vale?…Espero que sí.